jueves, 19 de febrero de 2015

Toda tú


Me llueves. Me deshaces. Como azúcar.
Me desnudas. Me vistes de suspiros.
Me besas por los puntos cardinales.
Me abrazas en los árboles del cielo.

Te sueño entre las nubes a las cinco
y a las siete me pierdo por tus ojos.
Te espero con la vida en los bolsillos.
Desayuno en la mañana de tus labios.

Me llamas. Me desarmas. Me recorres.
Me meneas las dudas y las manos.
Me santiguas en todas las esquinas.
Me asaltas las palabras y los nombres.

Te rebusco los huecos y las sombras.
Apuesto por tu cuerpo a luces plenas.
Te persigo por dentro de tu falda.
Me muero en tu sonrisa y en tu blusa.

Nos caemos los dos en el abismo
de la carne, tu sangre presentida.
Nos morimos los dos. Me resucitas.
Me matas a mordiscos. Nos vivimos.
Y si no, que venga dios y que lo vea.

Jóvenes poetas


Envidio a los jóvenes poetas.
No sé llamar a las cosas por su nombre.
Por eso no te hablo de fluidos,
ni a hacer el amor lo califico
como la cuarta acepción del diccionario.

Yo prefiero decir que muero y que me rompo,
que me subes al cielo, que en tus piernas
existe un río de nombres y de ángeles,
que tienes en tu pecho un universo
de lunas que me salvan de la noche.

Hoy envidio a los jóvenes poetas.
Pero no sé decirte que te quiero
con el lenguaje que tienen las tabernas.
Y qué vamos a hacerle, vida mía,
si prefiero Salinas a Bukoski.
si prefiero el alma de tu carne
a esa disección del cuerpo y de sus vísceras.
Y eso que las tuyas, me parecen
las flores de un edén en que me matas
para volver a vivir entre los ángeles.
Y tu cuerpo es la gloria de la tierra.