lunes, 10 de marzo de 2014

Te invoco hoy

Te recuerdo todavía. Y sin embargo
nunca fuiste un gran amor, niña perdida.
Mis ojos asombrados y esas manos
recorriendo mi cuerpo, cuando era
la soledad el mundo conocido.

Te tengo en la memoria y en la carne,
en esta hora del sueño y del olvido.
Me llegan, lo mismo que hojas muertas
tu suspiro, el jadeo de tu pecho,
en la cama deshecha de tu cuarto.

Tus besos con sabor a cigarrillos,
el silencio de nubes, la dulzura
de tu piel transparente, la caída
de tu cuerpo en mi cuerpo. Aquellas noches
con el miedo al reloj en la mesilla.

¿Y qué ha sido de ti? De vez en cuando
tu nombre me persigue por los libros,
se despereza lento como el suave
regusto a sal de la melancolía,
lo mismo que el sabor de un vino nuevo.

Pedacito de amor, niña sin dueño,
palabra de mis noches. Dulce encanto
del momento encontrado cuando todo
era la vida en punto, y no había nada
más allá del deseo de las sábanas.

Esta noche te invoco. Por aquellos
abrazos de pasión, por la locura
de la sangre. Por mis dedos
buscando el universo de tu vientre,
la eternidad de dios en tus caderas.

Vienes a mí. Te duermes a mi lado.
Te me mueres lo mismo que si fueras
el sol cálido de todos mis inviernos.
Nunca fuiste mi amor. Pero ahora mismo
tu nombre es mi deseo y mi nostalgia.

6 comentarios:

Antonio dijo...

Tus palabras me saben a "pecado y perdón", a la luz de los días en una juventud cercana. Como siempre inmenso. Abrazos Rodolfo

mejor la vida simple dijo...

Esconde su rabia detrás del abrigo,
es capaz de odiarle en un segundo,
y arrojar de su pecho su presencia.
Abandona la plática cerrada,
él no escucha, ella no entiende,
y será ella quien empuje su imagen
al suelo de un abismo.
Huele a humedad el coche que les lleva,
no giran la cabeza,
él retiene con los dientes la tormenta,
ella destroza con sus ojos los cristales,
busca fuera la paz herida y fusilada
por la larga grieta del momento.
Y si abre la puerta, y si escapa.
Sería otra huida al portal de enfrente,
a la mesa del mar donde amanece
cercada por el té y la madrugada,
por emociones esparcidas
entre migas de papel y estampas.
Comparte asiento,
y entra un hilo de luz que la golpea,
que muestra sus ojeras,
su mancha en la mejilla,
una absurda obsesión por encontrarle.
Huele a humedad el coche que les lleva,
en el asiento sus cuerpos se separan,
con parcos movimientos,
las piernas se apartan.
Ella quiere olvidar pero no lanza las redes
tiene miedo a que venga la marea,
una marea cualquiera,
y se la lleve.

Un abrazo, Rodolfo. Cuídate.

Suso dijo...

Puf, hoy es de las que me toca la fibra. Será porque escribo a menudo sobre este tema, me encantan los textos con zarpazos a los recuerdos, a viejos amores que nunca terminan de marcharse de la cabeza y sobreviven entre nuestras sienes. Un placer leerte maestro. Un fuerte abrazo. Por cierto igual un dia de estos tengo que atreverme a pedirte un pequeño favor, es mi deber de amante intentarlo, ya te escribiré por privado un día de estos abusando de tu amistad bloguera... nos vemos en el camino...

El hombre que corría tras el viento dijo...

"Te me mueres lo mismo que si fueras
el sol cálido de todos mis inviernos", brillante. Me recordó a Sabines.

Tu poesía es maravillosa, tan transparente, sentida, cotidiana...un placer.

Abrazos

jaime dijo...

Agradecido.

Noelia dijo...

También me recordó a Sabines...
Tu poesía, Rodolfo, me llega hasta los huesos.