jueves, 31 de mayo de 2007

La última del Qué!

Varios días sin escribir. Pereza de lo leído. Resaca electoral. Hartura de declaraciones, justificaciones y acusaciones. Cuando terminamos con el plomo de la campaña, iniciamos el plomo de la post campaña y de la próxima precampaña. Horror. y sin embargo, la vida está ahí, rica y plena.

Echo una ojeada a la última página del Qué! Es la cosa más divertida del mundo. Ideal para enfrentarte cada mañana a ese nuevo día que te amenaza con caerte encima. Es la vida en la más pura expresión, en el más divertido disparate. El viernes, por ejemplo:, titular: "Reivindican el derecho a la gordura y la miopía". De acuerdo, coño. Está muy bien que en un mundo donde el modelo de belleza sea casi exacto por fuera que por su esqueleto, que alguien reivindique la gordura, el derecho a estar gordito, me parece no sólo tierno, sino digno de apoyo. Y lo mismo con la miopía. ¿Por qué vamos a ser discriminados los miopes?l

Bueno todo esto, cuenta el Qué!, viene en el Manifiesto Friki, junto al derecho a que no te guste el fútbol. Perfecto. Me parece a mí que manifiestos como éste tendría que haber muchos más, para romper un poco el desastre de tanto candidato sin ideas.

Cada día, la última del Qué es una sonrisa abierta. Porque otros días habla del extraño ladrón que roba tres bicicletas diarias, o el del que va a votar y se encuentra con que el vocal es el chorizo que le robó la moto.

Un mundo vivo, divertido, tan lejano a la sonrisa de cartón piedra del candidato, sobre todo si ha perdido.

lunes, 28 de mayo de 2007

Otro poema

Os paso otro poema:

Al Oeste hay apaches

Marcamos territorio.

Hasta aquí, tu frontera.

Tus amigos. Mis bares.

Antes de que se ponga

el sol

dejarás este pueblo.

Tengo el arma cargada.

Dispararé a matar

cuando te encuentre.

La ciudad es ahora

territorio enemigo.

Llenaré las farolas,

cada árbol del parque

con carteles de búsqueda.

Recompensa: mil días

por tu cuerpo.

Desnudo, a ser posible.

El día siguiente

No diré que sea hoy, que anoche fuera, un día, una noche triste para Madrid. Los votos han elegido si no a los mejores, sí a quienes se han ganado su voluntad. Es fácil ahora decir que era previsible, porque no lo ha sido, aunque se sospechara. Nadie podía imaginar el retroceso tan fuerte del PSOE. Posiblemente hayan de hacer los socialistas algunas reflexiones.

El problema de Madrid es que los candidatos socialistas pocas veces han sido elegidos democráticamente. Se han evitado las primarias, tal vez en la creencia de que los que de verdad saben de permanecer en un puesto son los que ya lo tienen garantizado. Debe de ser por eso que en el PSOE eligen los candidatos a dedo desde los despachos y las camarillas. A dedo se eligió a Trinidad Jiménez, a dedo se ha elegido a Miguel Sebastián, hombre de largo historial técnico y nulo historial político.

Lleva años el PSOE dejando que sus candidatos derrotados se tomen el permanecer en la oposición como un castigo. Así que, a la primera de cambio, abandonan el sillón de la tortura y se van a buscar nuevos horizontes. O a su casa directamente. Es dura la oposición y nadie quiere estar en ella. Error. Desde la oposición se gana humildad y se aprende.

No ha sido el culpable el socialismo madrileño, ni, desde luego, los ciudadanos de Madrid. A nadie le gusta que le impongan un candidato. José Luis Rodríguez Zapatero tendrá que responder de un fracaso que ha arrastrado a todo el PSOE a la derrota. Zapatero y pocos más. El PSOE lleva años instalado en la prepotencia y ensimismado en su propia autocomplacencia y suficiencia.

No sé lo que aguantará Miguel Sebastián como jefe de filas de la oposición. Me temo que muy poco. Y en las próximas a buscar un nuevo candidato que aterrice, otra vez, sin paracaídas, apoyado en la sabiduría infinita e incontestable del líder. Pues muy bien, adelante. De derrota en derrota hasta el fracaso final. Aquí sí que se puede aplicar la frase de Groucho Marx: "partiendo de la nada y únicamente con nuestro esfuerzo hemos llegado a las más altas cumbres de la miseria".

Un rayo de esperanza: IU sube en Madrid, aunque baje en el conjunto de España. Al menos para los madrileños habrá que convenir que IU ha salido reforzada de la debacle y que, comparados, los candidatos madrileños no han sido tan equivocados.

No vale tampoco echar la culpa a la abstención. Porque de ser así, y si es verdad que ha perjudicado a la izquierda, ello quiere decir que los votantes de izquierdas no se sienten motivados por sus candidatos y pasan de votar.

No sé si habrá elecciones anticipadas, pero el PSOE tendrá que cambiar su rumbo, no el de su política antiterrorista, sino el de ese estilo de gobernar y hablar a espaldas de los ciudadanos.

Por cierto, dice el PP que ha tenido más votos que el PSOE y que eso le daría ganador en la elecciones generales. Vamos a ver, en el conjunto del estado ha ganado el PSOE, si descontamos Madrid. Si extrapolamos los datos, lo único claro es que en Madrid. pero eso supondría que el PP tendría más parlamentarios en Madrid. En el conjunto del estado ganaría el PSOE. De ahí que haya ganado en número de concejales. ¿O no?

Pero ni siquiera creo que pueda hacerse esa lectura. En mi opinión las motivaciones de los votantes son muy distintas a la hora de elegir un alcalde que a la hora de elegir un Presidente de Gobierno.

sábado, 26 de mayo de 2007

Lo que ha costado. Una historia

Un amigo mío, de estos de los que alguna vez hablo, ha encontrado unos papeles. No recuerda muy bien donde. Es una carpeta llena de recortes de prensa de los años 20-30. Junto a ellos había unas viejas cuartillas con poemas y un pequeño diario manuscrito. Recoge un año 1941. Se trata de un diario escrito en la cárcel por un preso del franquismo en la cárcel de Liria (Valencia, creo).

Su lectura es conmovedora. Recoge la vida en la cárcel. El frío y, sobre todo, el hambre. Un hambre que puede casi sentirse. Habla de compañeros suyos muertos de hambre, del sufrimiento, de la escasa comida, de la ausencia de los seres queridos.

El diario es un retrato terrible de aquel año. Habla mucho de su mujer enferma, el dice "mi enfermita". Y cuenta y habla con su hija a la que echa de menos. Habla del dolor de la separación. Es un hombre que cree en Dios y se pregunta qué delito ha podido cometer para soportar un castigo tan cruel.

Los días pasan uno tras otro monótonos y fríos. Con la muerte rondando siempre, habla de compañeros que van desapareciendo. Los poemas insisten en lo mismo. Son poemas a la hija, a la mujer, al recuerdo.

Con los documentos hallados en la carpeta puede casi reconstruirse su vida. Parece que era un periodista que, incluso, ganó algunos premios de cuentos y poesía. No dice por qué fue a la cárcel, aunque sea fácil adivinarlo.

Finalmente, uno de los papeles es el certificado de libertad provisional. En él se le exhorta a que tenga buenas compañías y se presente ante las autoridades regularmente. No sabemos qué ha sido de él. No sabemos más que lo que cuenta en su diario y el dolor que se trasluce en su poesía.

Como él hubo miles de españoles que murieron en las cárceles o que vieron su vida truncada en las cárceles de Franco. Soy incapaz de reproducir aquí todo el dolor que de ese hombre aparece en su diario, pero hoy, leyendo algunos comentarios del blog, leyendo a quienes dicen que hay que votar, que recuerdan lo que ha costado lograr esta democracia tan insatisfactoria, he sentido que toda nuestra frustración no es nada comparada con la que sufrieron tantos hombres y mujeres que creyeron un mundo mejor. Y que, a lo peor, no lograron votar nunca.

Por ese hombre iré a votar mañana.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Votar

En un par de días se producirán dos acontecimientos íntimamente relacionados: se acabará la campaña electoral, por fin, y habrá que ir a votar. El primer acontecimiento es una maravilla. Dejaremos de escuchar barbaridades, de ver sonrisas, de recibir esta lluvia con bioencimas (perdona, Pablo) de promesas, absurdos, medias verdades y mentiras completas. Podremos abrir el periódico y dejar de leer lo mismo, de ver lo mismo.

El segundo acontecimiento es más peliagudo. Lejos de mí aconsejar la abstención, pero, por los sondeos, parece que se va a producir una de las mayores huidas de las urnas que se recuerdan. Votaré. Aunque me sienta cada vez más ajeno a los políticos, aunque sienta que ellos están cada día más lejos de los ciudadanos, aunque confirme, cada día, cada momentos, que los políticos forman una casta aparte, que viven su vida ajenos a los avatares de la ciudadanía.

Legislan por nosotros. Deciden qué es bueno y qué es malo. Nos marcan las fronteras. Fijan nuestros horarios. Nos señalan qué debemos comprar, beber, fumar, A quien debemos a mar y a quien debemos rezar. Pero no saben nada de nosotros y, lo peor, es que tampoco les interesa saber algo. Vivimos mundos diferentes, problemas diferentes. Amores diferentes.

Bueno. Pues, a pesar de ello, hay que votar, maldita sea. Hay que votar. Yo, al menos, iré el domingo a hacerlo. Ha costado demasiado ganar el derecho para ahora no ejercerlo.

lunes, 21 de mayo de 2007

Un poema

Os paso un poema mío:

Confesiones de un tahúr profesional, viejo y cansado

Los amigos no me llaman hace tiempo.

Ni para alguna partidita ya amañada.

Parece que ya no hay primos en el mundo.

Paso las tardes sólo. Oigo pisadas

que nunca se detienen en mi puerta.

Donde me ve, yo fui... A qué contarle.

Pero las cosas pasan. Tuve amores.

Y una mujer me hirió. ¿O es tan sólo

lo que yo hubiera querido que pasara?

No son mis manos las de antes. Pero aún

le ganaría dándole alguna mano de ventaja.

No me quejo de nada. Nada espero.

Al baño voy con regularidad.

Como de todo. Dormir... como los viejos:

Poco y a sobresaltos. Ya se sabe.

De vez en cuando salgo.

Me tomo algún vinito.

Y espero esa partida.

La que estuve

esperando.

Siempre.

Siempre.

Las mañanitas de Madrid

En el metro. No hay sueño. Sólo el cansancio de un día que empieza. No habla nadie. Escucho en la voz de Goyeneche: "Las tardecitas de Buenos Aires tienen ese qué se yo...". Y me parece que podría decirse lo mismo de Madrid. De estas mañanitas en las que huele en la calle de Atocha a croisan y a churros. Y llueve.

En la puerta de la Iglesia de Antón Martín, una mujer coge sitio junto a la puerta. Y unas niñas de uniforme, con la carpeta contra el pecho, andan presurosas, hablando sin parar. Abajo ha quedado el metro y la gente silenciosa y triste. Hoy llueve. Bueno, chispea. Apenas llueve y se adivina por la estación de Atocha un rayo de sol de esta primavera que tanto cuesta.

Madrid aparece recién lavado y limpio. Un repartidor arrastra su carretilla y el ciego de los cupones lleva un buen rato en la esquina. Parpadea la cruz verde de la farmacia. Unos muchachos ofrecen un periódico gratuito y es como si las mañanitas de Madrid tuvieran ese qué se yo.

Goyeneche se declara loco, con medio melón en la cabeza, oculto tras unos árboles imposibles que apenas hay en Atocha. Un hombre fuma su primer cigarrillo desde un balcón. Está tranquilo. Mira a la gente que pasa con esa placidez del que todo lo tiene ganado o lo ha perdido todo.

Huele a lluvia. Pero el olor a campo mojado nunca llega hasta el asfalto. Debo estar piantao.

domingo, 20 de mayo de 2007

Una amiga que temía ser pobre

Una amiga mía, a la que no veo hace años, me decía que ella tenía miedo a la vejez. Se veía de mayor pobre y sola, pidiendo limosna. Por lo que sé, no es, afortunadamente, ésa su situación. Pero era su temor.

Siempre he creído que ese miedo lo hemos tenido todos alguna vez cuando nos encontramos a un hombre o una mujer que se nos acerca por la calle pidiéndonos una limosna. Pensamos que un día podemos vernos así. Vivimos en una sociedad que nos obliga a vivir pensando en un futuro cada vez más incierto, cada vez más oscuro.

Todos los días (menos en periodo electoral) sale algún político hablando de la necesidad de recortar las pensiones o de aumentar la vida laboral. Lo dicen cuando ellos tienen asegurada su pensión. Lo dicen porque saben que ellos jamás se encontrarán en una situación semejante.

Algunos de los candidatos que hoy prometen las mayores maravillas en su día hicieron propuestas parecidas. Hace unos días un amigo me decía que Miguel Sebastián había hecho alguna oferta parecida. No me consta, pero no me extraña que hubiera sido así. Ha sido un hombre que se ha movido siempre en círculos económicos donde la preocupación es la macroeconomía y no la economía de cada uno, la economía particular, la que nos permite o no llegar a fin de mes.

En cualquier caso, pasarán las elecciones. pasarán estos días y vendrán, como en la Biblia, los años de vacas flacas. esos años que van de elección a elección. Es terrible pensar que siempre habrá gente dispuesta a preocuparse por nuestro futuro, siempre que ese futuro sea el que ellos creen mejor para nosotros.

viernes, 18 de mayo de 2007

Más de la novela (6)

Ahí va otro trozo de la novela

Fede no dijo nada, aunque sus pellizcos en las manos adquirieron mayor intensidad. Los frailes me miraban sin que, aparentemente, mis explicaciones les hubieran satisfecho. El hermano Juan me llevó hacia la puerta y me devolvió al patio. Buscó un rincón a la sombra y, con un gesto, me invitó a sentarme en un poyete de ladrillo.

-Fede es una de nuestras preocupaciones, ¿sabe? Espero que no le viera usted en ninguna situación -dudó buscando la palabra adecuada-... rara.

-No, no. Me lo crucé por la calle.

El fraile suspiró:

-Verá usted: Fede es un muchacho muy problemático. Está saliendo de la droga. Es un buen chico, con un pasado muy doloroso. Vive aquí, prácticamente. Sale muy poco. A ver a su familia y poco más. En estos casos, como usted sabe, lo importante es alejarles de su ambiente, sacarles de un entorno en el que la tentación les puede hacer caer de nuevo.

-Ya, ya...

-Vino hace unos meses y pidió quedarse. Le vimos tan desvalido que lo aceptamos. Con estos líos de las obras, ha sido de los pocos que se ha quedado. Nos lo pidió como un favor.

El hermano Juan buscó mis ojos esperando encontrar la comprensión que buscaba con sus palabras. Yo hice un gesto de asentimiento. No quise decirle que me había encontrado a Fede el día anterior. Ni que había sido testigo de una muerte de la que el muchacho había estado tan cerca como yo mismo.

-O sea, que ustedes lo que tienen es un centro de rehabilitación, ¿no? -pregunté intentado cambiar de tema. El fraile sonrió con alivio. A él tampoco parecía gustarle la conversación en torno a su protegido. Me apretó el antebrazo con afecto.

-No tanto. Nos faltan medios. De momento, nos conformamos con tenerles dispuesto un plato de sopa, una cama, darles el afecto que necesitan. Si usted lo cuenta, a lo mejor conseguimos los fondos que necesitamos para ampliar.

Al fin y al cabo, había venido a hacer un reportaje -humano, me había dicho mi jefe-, así que saqué la libreta y comencé a anotar los datos que el hermano Juan iba dándome, convencido en su inocencia de que por cada palabra que yo apuntaba un fajo de euros ingresaba en la cuenta que tenía abierta el convento para su rehabilitación.

Salí de allí bien pasado el mediodía. Caminé bajo un sol de justicia hacia el Gran Casino, en donde había quedado con un viejo conocido, Antonio Navarro, un periodista que conocí en una de mis escasas visitas a Madrid hacía ya -ay- tantos años. Llegamos prácticamente a la vez. Iba a entrar en el Casino, cuando oí que alguien pronunciaba mi nombre. Navarro, con su panamá impecable, camisa blanca de manga larga y pantalón crema, venía por el otro extremo de la calle con paso apresurado.

Nos abrazamos deprisa, deseando salir de la bola de fuego en que se había convertido la calle, y nos dijimos las mentiras habituales previstas para estos casos: que estábamos como siempre, que no habíamos engordado y que a ver si nos veíamos con más frecuencia.

Me condujo al comedor, a través de una hermosa escalera, mientras saludaba a conserjes que le llamaban Antoñito con viejo afecto. Se estaba bien allí. Había pocas mesas y menos comensales.

-Ahora esto está medio vacío. Hace demasiado calor para venir por aquí. O hasta aquí. Algunos que tienen a la mujer y a los niños fuera y pocos más.

Comimos sin dejar de hablar de nuestros últimos años para descubrir que nada era comparable a aquellos tiempos en los que todo había que hacerlo -democracia, periódicos, amores y artículos- con nuestro único y generoso esfuerzo.

-¿Y cómo va lo tuyo? -me preguntó Antonio encendiendo un cigarrillo, ya con la taza de café ante nosotros.

-Bien. Si es una tontería eso de los frailes... En cuanto hable con alguien del Ayuntamiento, tendré terminada toda la historia. Lo que no sabía era lo que tienen montado con los chavales de las drogas.

-Empezaron hace unos años y la verdad es que son cosas admirables. Yo no creo mucho en eso, pero, en fin...

Le conté la conversación que había mantenido con el hermano Juan y le hablé del muchacho que había visto, primero en Tomás, durante el asesinato, y, luego, en el convento. A Antonio Navarro no pareció sorprenderle.

-Fede, sí. Sé quién es -admitió-. Hice un programa para la tele cuando los frailes montaron aquello. Fue de los primeros que acudieron allí. Tiene una historia, no creas.

Miguel Sebastián

Tremendo. Ha sido de una torpeza de manual. Nadie lo diría. El debate en TVE -sólo para Madrid- de los candidatos a la alcaldía ha sido la mejor demostración de que los candidatos van a lo suyo y la sociedad, afortunadamente, por otro.

La imagen del candidato socialista, Miguel Sebastián, mostrando una fotografía de Monserrat Corulla, joven de muy buen ver, y preguntando a Alberto Ruiz Gallardón, candidato y alcalde del PP, si había tenido alguna relación con personas implicadas en la Operación Malaya en aspectos de urbanismo, no es que fuera un golpe bajo, es que ha sido de una torpeza increíble. Aparte de la catadura moral que demuestra una persona que es capaz de sacar las insinuaciones sobre vida personal mezcladas y como si fueran de vida pública.

No tengo que votar en Madrid, con lo que eso que me ahorro. Pero no puedo apoyar ni compartir una campaña que basa su oferta en la búsqueda del escándalo. Y no vale decir que Sebastián preguntaba por temas urbanísticos, porque en ese caso podía haber esgrimido, como hizo en otro momento, fotos relacionadas con el tema: edificios, calles...

No. Sebastián buscaba lo que todos entendimos, aunque no lo compartiéramos. Buscaba crear la confusión de que el alcalde había mantenido relaciones íntimas con la joven a cambio de favores urbanísticos. Tan grosera era la insinuación que a Sebastián le salió mal la operación. Nadie en su sano juicio puede compartir una estrategia semejante.

A mí, como votante, qué coño me importa con quien se acueste el candidato. Me basta saber con quién lo hago yo. Y si lo hizo, allá él. Y si no lo hizo, el señor Sebastián ha creado un problema en la casa de Ruiz Gallardón.

Da igual. Sebastián ha conseguido que los programas rosas, los del corazón, se interesen por la política y las elecciones. A lo mejor era lo que buscaba.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Más del relato (5)

Ahí va más de la novela:

Esperé. No pasó mucho tiempo hasta que una estrecha puerta abierta en el portalón girara sobre sus goznes y me dejara ver la cara redonda y afable de uno de los hermanos.

-Buenos días, ¿qué desea? -me preguntó.

Le expliqué que estaba haciendo un reportaje sobre el convento y que estaba interesado en ver por mí mismo el desastre que el Ayuntamiento estaba provocando. No se lo dije con esas palabras, pero sí le dejé intuir que yo estaba, sin duda alguna, a su lado y contra las intenciones de un gobierno municipal que, a la vista estaba, no tenía otra cosa que hacer que perseguir a unos pobres frailes. Sea como fuere, el caso es que logré que el hermano Juan –así se identificó- me recibiera dispuesto a enseñarme la desgracia que se les venía encima.

-Ya ve usted cómo estamos -me decía mientras me guiaba por un laberinto de pasillos, medio obstruidos por tablones, ladrillos, sacos de cemento y montones de arena-. Con esto de pararnos las obras, el Ayuntamiento nos ha hecho polvo. Pero parece que las cosas se arreglarán, si Dios quiere.

-Eso me han dicho -dije por decir algo y ojalá nunca lo hubiera dicho, porque el buen fraile me agarró del brazo y me arrastró hacia un patio empedrado, umbrío y fresco.

-¿Ha oído usted algo, verdad? Cuénteme, cuénteme... –se sentó e hizo que me acomodara en un banco de madera que se encontraba apoyado en la pared.

-No, si yo no sé gran cosa. Que por ahí se dice que el Ayuntamiento les dará la licencia, que es un problema burocrático que se resolverá pronto -improvisé.

-Dios le oiga, Dios le oiga. Porque no sabe usted la falta que nos hace. Nuestros chicos necesitan de nosotros. Ahora mismo el albergue lo tenemos cerrado y me pregunto dónde andarán ahora los pobrecitos.

La verdad es que no tenía ni idea ni de quiénes eran los pobrecitos ni muchos menos de sus andanzas, pero, respetuoso y serio, asentí con un movimiento de cabeza.

-No tienen nada más. Sólo a nosotros. Mire, mire... Usted podría contarlo en su periódico.

Se levantó y me arrastró hacia un extremo del claustro que rodeaba el patio. Me hizo entrar en una larga habitación. La sala estaba tan vacía y negra como el corazón de un banquero. El techo estaba medio hundido. El cielo raso presentaba grandes huecos y por ellos se podían ver viejas vigas medio podridas y a punto de desplomarse y el cielo no tan puro de Madrid. Unas golondrinas revoloteaban entrando y saliendo por los agujeros.

-¿Ve? No teníamos más remedio que cerrar esto. Éste es el comedor. El dormitorio todavía aguantará un poco más, pero hemos tenido que cerrar una de sus alas. Sólo nos hemos quedado con los casos más graves.

Empezaba a sentir interés por conocer a qué se dedicaban los buenos frailes, pero no me atrevía a preguntar por algo que yo mismo tendría que haber averiguado antes de hacer la visita al convento. Optimista como soy, decidí callar, confiando en que el transcurso de la conversación me desvelaría el misterio. Empezaba a pensar que, a lo mejor tenía razón mi jefe, y me encontraba ante un reportaje humano y veraniego si no digno de ganar el Ortega y Gasset, sí que me sirviera, al menos, para justificar el viaje.

Seguí, dócil e intrigado, al hermano Juan que me introdujo en otra sala que me pareció una clínica. No es que mis capacidades deductivas fueran extraordinarias, es que -la verdad sea dicha- aquella habitación, perfectamente alicatada de blanco, no podía ser otra cosa: había un armario de puertas de cristal con material quirúrgico y otro con medicamentos perfectamente colocados. Vi una camilla con una sabana de celulosa y, al lado de una ventana, una mesa de consulta en la que un hermano más joven, con una bata impoluta sobre el traje talar, hablaba con un joven delgado que me pareció conocido.

-Perdone, hermano. Es un periodista que va a hacer un reportaje para que nos den la licencia cuanto antes. Tiene mucha mano en el ayuntamiento -dijo el fraile que me acompañaba y al que descubrí de pronto una gran capacidad de fabulación.

El otro religioso se levantó de la mesa y me tendió la mano. Yo, recordando mis años jóvenes, me incliné y le solté un ruidoso beso en el dorso.

-No, hombre, no hace falta. Ya casi nadie hace esto -me disculpó el fraile.

Me sentí un punto avergonzado. Pero no estaba dispuesto a que nadie echara por tierra la educación que Don Agustín, el cura de mi pueblo, me había inculcado de monaguillo.

-Yo siempre lo hago. Es por respeto -dije más serio que un torero al iniciar el paseíllo y sabiendo que, en el fondo, me había ganado a los dos religiosos.

El muchacho que estaba sentado a la mesa nos miraba de reojo. Era un joven muy delgado, con el pelo cayéndole sobre los ojos. Le temblaban ligeramente las manos y, casi continuamente, se las pellizcaba de forma convulsiva.

-Éste es Fede, uno de nuestros pupilos -presentó el hermano Juan señalando al joven.

Fede gruñó un saludo y bajó aún más la cabeza. Supe entonces dónde lo había encontrado.

-Creo que ya nos hemos visto. -dije.

-Mira qué casualidad -intervino el hermano Juan con un tono de desconfianza.

-Es que ayer nos cruzamos en la calle. Yo es que soy un buen fisonomista -me justifiqué.

Más de elecciones

Nunca como ahora me he sentido tan cansado de las elecciones. Es difícil soportar el discurso cansino y agotador de cada uno de los candidatos y de sus jefes de fila. No aguanto a Rajoy y sus verdades a medias, sus mentiras, la facilidad con que hace problemas de la normalidad en una democracia. Sube, día a día, el tono y se queda a un paso del insulto... o lo supera.

No es normal que cada día machaque de forma obsesiva con ETA. Que simplifique su mensaje para hacernos creer que ETA se presenta en estas elecciones. Que insista hasta que al hombre de la calle le cale la idea de que ETA presenta sus listas electorales. Y que el culpable de todo es Rodríguez Zapatero. Cualquiera diría que ha sido el propio Zapatero quien ha confeccionado las listas. Ese es su mensaje. Y hay gente que se lo cree. es increíble que Rajoy hable de corrupción cuando en su partido tiene ejemplos numerosos, cuando el portavoz de su partido es uno de los pocos políticos pillados con las manos en la masa, pidiendo y exigiendo comisiones.

No soy fan de Zapatero. Todo lo contrario. Ni me gustó como salió elegido en el congreso del PSOE, ni comparto sus improvisaciones políticas, o la obviedad de sus afirmaciones. No me gusta su prepotencia al hablar de sus negociaciones con ETA. No me gusta su política de gestos ni la movida montada para depurar el PSOE. Creo que es un hombre de grandes vacíos. No me gusta lo de la CNMV. No me gusta que haya subido la vivienda hasta las nubes y, luego, se eche las manos a la cabeza, como si su política económica nada tuviera que ver con ello.

Ningún pueblo, se diga lo que se diga, se merece tales gobernantes. Y habrá que votar. No sé. La única opción de no tirar el voto es dárselo a esas minorías que no aparecen ni en las encuestas.

lunes, 14 de mayo de 2007

Javier Bergia

Conozco a Javier Bergia desde hace muchos años. He escrito algunas cosas sobre él. Oigo ahora su último disco. Os recomiendo que busquéis en su blog porque merece la pena. Ahí están ese puñado de canciones, melancolía y recuerdo del Madrid de su infancia que, pese a nuestra diferencia de edad, es también mi melancolía y casi mis recuerdos.

Es una mirada limpia y sentimental hacia su familia y hacia unos años que todos, de una u otra forma, hemos vivido.Los momentos del colegio, el cine con los nodos, el gris de unos años afortunadamente ya superados.

Su voz, extraña y entrañable, recrean los juegos, los días de escuela, las calles, los serenos. Un disco para disfrutar y escuchar y sonreír. Porque Javier deja en sus letras un sentido del humor amasado de recuerdos.

Si la industria de la radio y del disco fuera más honesta, este trabajo se escucharía entre la música que nos machaca de los Bisbal y otras perversiones. Y que conste que respeto a Bisbal y reconozco su esfuerzo y su trabajo, pero ¿es que no hay manera que entre esa música no se cuele de vez en cuando la historia de Javier, el recuerdo a su padre, a su calle de Cedaceros, a ese Madrid que tan bien retrata?

Escuchad el último disco de Javier. Será como si una tarde os sentarais en cualquier café y él os contara despacito toda su infancia, el aire de Madrid, la brisa del primer amor, el beso que todos llevamos grabado a fuego.

Merece la pena.

viernes, 11 de mayo de 2007

La comida mensual

Nueva comida, ayer, del grupo de gente que nos vemos una vez al mes. Grupo de amigos unidos por algo tan importante como pasar un rato juntos y hablar de lo divino y de lo humano. Como invitado estuvo el humorista Pepe Regueira. Yo, como muchos otros, le conocíamos de sus intervenciones en televisión. Pero ayer quien estuvo allí fue Pepe el amigo.

Persona de una calidad y calidez humana fantásticas. Hizo bromas. Se rió con nosotros y hasta nos hizo uno de sus trucos de cartas, sin baraja, divertido y fenomenal. Es economista y le pregunté cómo era que se había dedicado al humor. Contó que trabajaba en una empresa y, antes de hundirla del todo, prefirió dedicarse a otra cosa.

Contó también que en un viaje que hizo a Venecia, una mujer se le acercó y le dio un abrazo: "Cómo me alegra verle. Creía que estaba usted muerto", le dijo la señora. "El que se alegra de no estarlo soy yo", replicó Pepe.

Por cierto, que alguien expresó su sorpresa por el hecho de que ninguno de los gondoleros se diera en la cabeza con los puentes bajo los que pasaban. "Cuando estuve allí con mi mujer, yo iba preocupadísimo y cada vez que nos acercábamos a un puente, me encogía y le advertía: cuidado. Yo creo que les enseñan a evitarlos instintivamente", añadió. "Se ponen a mover el palo y nada"

Otro de los presentes le preguntó si su preocupación no vendría de la longitud del palo del gondolero. Y Regueira dijo que ya no cantan como antes. "Ahora van en grupos de cuatro. El palo lo llevan de adorno y se mueven con un motorcito. Y te ponen un cassette y a vivir".

Por lo demás, fue una comida muy agradable. Con las mismas bromas de otras veces. Le regalamos a Pepe una caricatura que el hijo de uno de los presentes le había realizado. Regueira prometió que, en cuanto llegara a casa, y dada la penuria evidente de nuestro grupo, nos devolvería el envoltorio en que iba el cuadro y el mismo marco para su reutilización con el próximo invitado. El envoltorio era un diario Qué!, primorosamente sujeto con papel de celofán, Y el marco, según confesó el encargado del presente, había sido adquirido en un "chino".

Bueno, pero lo que importa es la intención que, como alguien recordó, no era otra que el que el regalo saliera lo más apañado y barato posible.

jueves, 10 de mayo de 2007

Encuestas y política

Según una encuesta del CSIC, menos del 6% de las 2.323 personas que participaron en una de sus encuestas, se muestra «muy interesado» en las noticias políticas, mientras la mitad considera que están «demasiado» presentes en los medios y en la vida diaria.

Casi es mejor no hacer comentarios. Pero, en mi opinión, refleja muy exactamente el sentimiento general. Hoy he estado en la conferencia de Ángel Pérez, en la que ha explicado su proyecto electoral. Me ha tocado presentarle y, la verdad, es que el agradezco profundamente que haya pensado en mí para esa tarea.

Le he dado un consejo, citando a Groucho Marx, y pidiéndole que hiciera exactamente lo contrario: Groucho Marx decía que "la política es el arte de buscar problemas inexistentes, encontrarlos, hacer el diagnóstico erróneo y aplicar soluciones equivocadas". Confío, le he dicho, en que él buscara problemas reales y aplicara las soluciones adecuadas.

Pero lo que quería decir es que los que estaban allí eran gente ya convencida. Gente de su organización en su mayor parte. No sé si estos actos sirven para algo, pero, al menos, había medios de comunicación que algo contarán.

No había gente joven, o muy poca. por cierto, los únicos jóvenes eran los periodistas que cubrían el acto.

La política interesa a muy poca gente, es verdad. Y, sin embargo, todo es política. desde el ocio a la educación, desde la cultura a la vivienda. Escribí al principio de este blog citando una frase de Antonio Machado en la que aconsejaba a los jóvenes que entraran en política, porque, decía, os aconsejaran que no lo hagáis esos que harán la política no con vosotros, sino contra vosotros.

Me parece a mí que la política es tan importante que no puede dejarse en manos de los políticos.

miércoles, 9 de mayo de 2007

Ambrosio

De mis viejos amigos, recuerdo, como ya he dicho otras veces, a muchos con verdadero cariño. Son gente ya desaparecida, seres sabios que me enseñaron a comprender muchas cosas, a apurar la vida y los vasos.

Uno de ellos se llamaba Ambrosio, hombre burlón, irónico y con un sentido del humor, en ocasiones agrio, en ocasiones limpio e inocente. Ambrosio que había sido operado de un cáncer de garganta quedaba conmigo y otros amigos a tomar el aperitivo de mediodía. Nuestras ideas políticas eran completamente distintas. Él, cuando yo lo conocí, llevaba un llavero con la imagen de Franco. Más tarde le regalé yo uno del Ayuntamiento de Madrid que sustituyó al anterior.

Sé que me tenía gran afecto y yo era de los pocos que le entendía perfectamente, posiblemente, porque, al principio de conocerle y con las dificultades que, por su operación, tenía para expresarse, fui el único que le hacía repetir varias veces hasta que era capaz de comprenderle.

Un día me dijo: "¿Sabes? Hay muchos gilipollas que les hablo y no me entienden lo que digo, pero para no quedar mal me sonríen y dicen que sí. O sea que si les dijera que son unos cabronazos, me sonreirían igual. Me dan ganas de hacerlo". Yo creo que alguna vez lo hizo.

Fue taxista en tiempos. Y me contó que se encontró con Jarabo la noche antes de que aquel hombre cometiera el horrible crimen que conmocionó Madrid. Ya he contado esta historia en El País, pero no me importa recordarla. Me dijo que lo vio en una bar de la calle de San Bernardo y que estaba tomando una bebida llamada nacional, que consistía en cerveza con coñac. Jarabo molestó a una camarera y Ambrosio salió en su defensa. Cruzaron algunas palabras y Jarabo se marchó.

Días después vio en los periódicos su foto y echó cuentas. La noche de su encuentro había sido la misma en que Jarabo fue a casa del joyero al que había empeñado un anillo de una de sus amantes. Allí mató a una criada, al joyero y a su mujer.

Con Ambrosio pasé tiempos felices. Me trató siempre como un hijo y me dictaba frases y refranes para que yo los utilizara en mis crónicas periodísticas y que yo apuntaba cuidadosamente en una libreta que tenía por entonces. Recuerdo que me contó que un hombre de su pueblo, que tenía muy mal humor, fue al entierro de la mujer de otro que no era precisamente amigo suyo. Tras el entierro, el hombre se acercó al viudo y le dijo, no se sabe si en serio o con sarcasmo: "Hoy ya has echado el día".


martes, 8 de mayo de 2007

Un pisito

Oigo la radio. De pronto, rompiendo la quietud de la mañana, una noticia que no sé si es dramática o de risa. Desde luego es acojonante. Dicen que el piso más caro está en Barcelona, en el Raval (no sé si se escribe así, perdón). Su precio, 82.000 €. Su superficie: ¡¡¡ 11 metros cuadrados !!! Ah, y, por si fuera poco, está en un quinto y sin ascensor.

Hemos llegado a situaciones de infarto. Me quedo con las ganas de saber si el "chollo" cuenta con cuarto de baño y cocina perfectamente amueblada, porque en ese caso lo que hay que dar es el Primer Premio de Diseño y Arquitectura al genio que ha conseguido meter en 11 metros un lavabo, una ducha y una taza, junto a la lavadora y el frigorífico. Digo yo.

Pero hagamos cuentas, porque con buena voluntad todo puede arreglarse. Vamos a suponer que lo coge una pareja, lo que resulta más apropiado a la hora de pagar la hipoteca. Hay que meter una cama que, según mis cálculos ocupa ya más de 2 metros y medio, con lo que nos quedan libres 8,5 metros cuadrados. Habrá que hacer un mini cuarto de baño: una ducha, un lavabo y un wc. Tirando por lo bajo, 2 metros cuadrados apretaditos. Nos quedan 6,5 metros.

Ahora sumemos un frigorífico y una cocina. Y vamos a calcular otro par de metros, bien pegaditos a la pared. No nos cabe la lavadora que, al fin y al cabo, es un lujo. A lavar a mano. Pero hará falta una pila, no es cosa de meter los platos en el lavabo. Medio metro cuadrado. Total que nos quedan libres cuatro metros. La tele la podemos colgar. Pero hará falta un armario. Vamos a calcular un metro cuadrado más. Nos restan tres metros cuadrados. Se puede hasta bailar. Eso sí: ni sillas, ni mesa. Se sienta uno en la cama y se come en bandejitas sobre las rodillas. Tampoco estanterías para libros, que quien quita la ocasión de leer quita el peligro.

Visto así, no está tan mal. Y hasta resulta barato. ¿Ves como todo es cuestión de cálculo?

lunes, 7 de mayo de 2007

Otro trocito (4)

Paso otro trozo de novela.


(...)
Me desperté con dolor de cabeza. La noche había sido larga y llena, si no de otras cosas, sí de gintonics y cervezas. Rafa había llegado muy tarde. Quedamos en el Sixta, un bar de copas de la calle de Calatrava. Me contó que el hombre que habían recogido delante de Tomás era un empleado de banca, casado no hacía mucho, sin hijos. Llevaba una vida gris y ordenada. No se le conocían enemigos y ninguno de sus allegados y vecinos supo explicar qué razones podía tener alguien para acabar con su vida.

Le habían disparado, tal como habían contado los testigos, y todo hacía pensar que el atropello había sido una forma de asegurar su muerte, como si el disparo que le había destrozado la cabeza no hubiera sido suficiente para mandarle al otro barrio. La policía -contó Rafa- estaba desorientada. Y andaba buscando el coche del que algún testigo había logrado quedarse con parte de la matrícula.

Intenté recordar a qué hora habíamos decidido irnos a la cama. Pero sólo encontré en mi cabeza un vacío absoluto. Me levanté con esfuerzo y fui hasta el lavabo. Abrí el grifo de la ducha y dejé que el agua fría me espabilase. Me sentí mucho mejor cuando, media hora después, bajé las escaleras con el pelo mojado, perfectamente afeitado, y con una estela a Varón Dandy -uno es un clásico- que a punto estuvo de hacer caer al suelo a la camarera que andaba limpiando las habitaciones.

El termómetro que estaba instalado en una farmacia de la calle Mayor, al lado del Ayuntamiento, marcaba a las diez y cinco de la mañana los 38 grados. Comencé a sudar nada más leerlo. Presuroso, me refugié en el bar Los Alpes y pedí una tostada con aceite y tomate y un café con leche. Si tenía que caer vencido por el calor, mejor hacerlo con el estómago lleno.

Cogí el periódico que estaba sobre el mostrador y leí lo que ya sabía. La policía estaba desorientada. La muerte de aquel hombre era un verdadero misterio. Nadie podía imaginar qué o quién había decidido su muerte. Su biografía era la historia del hombre anodino, perfecto ciudadano y padre ejemplar, si hubiera tenido hijos, que no era el caso.

Su retrato llenaba la primera página de local de El País. Era una vieja foto descolorida de lo que parecía una escena playera. Vestía una llamativa camisa de palmeras y maracas y lo que parecía un pantalón vaquero azul. Leí con atención la información firmada por Rafa Fraguas que destacaba la falta de motivos en aquel crimen y recogía algunas especulaciones que apuntaban a la posibilidad de que se tratara de un asesinato indiscriminado, cometido por algún loco.

Terminé el desayuno y me quedé con esa sensación de animal satisfecho que suele entrarnos después de una buena comida o, según dicen, tras haber hecho el amor. Notaba en la boca la suavidad del aceite y en el estómago la placidez de sentirme lleno. Salí de nuevo a la solanera.

Crucé la calle y entré en el Ayuntamiento. Rafa me había prometido que algún responsable de urbanismo me concedería una entrevista. Me había dicho que preguntara por Mariajo que trabajaba en Prensa y ella se ocuparía de acelerarme los trámites. Confiaba en que me contaría cuál era el problema de los carmelitas descalzos, los sanjuandedios o lo que fueran y, con lo que me contara y cuatro cosas más que me dijeran los propios frailes, estaba seguro de dar por finalizada mi investigación y, consiguientemente, mi estancia en una ciudad que me estaba ganando el corazón o, por lo menos, el estómago.

Pero no era, desde luego, mi día de suerte. El famoso responsable de urbanismo había llamado disculpándose y prometiendo que haría lo posible por verme más tarde. Salí del despacho de Mariajo, tras un intento, inútil, de tomar unas cañas en su compañía y me enfrenté de nuevo al caluroso aire de las calles de Madrid.

Sin saber qué hacer a hora tan temprana, decidí darme una vuelta por el convento. Bajé por la calle Mayor, cruce por delante del Palacio de Oriente y me metí por estrechas callejuelas, gozando del frescor de la sombra y de la belleza de los calles silenciosas. Al menos en esta ocasión, Dios se puso de mi parte y no me costó gran cosa dar con el viejo edificio, en el corazón del Madrid de los Austrias, o cerca, que no andaba yo muy ducho en historia madrileña.

Desde fuera tenía buena pinta. La puerta, de gruesos canteros de madera, permanecía cerrada. A un lado, por un agujero abierto en el muro, sobresalía un cabo de cuerda, sobado y reluciente, con un nudo deshilachado en el extremo. Me gustó el sistema. Tiré con fuerza y oí a lo lejos el repicar de una campanilla.


domingo, 6 de mayo de 2007

Igualdad y bipartidismo

Han comenzado en los medios de comunicación las informaciones especiales dedicadas a las elecciones. Este país, o al menos, los medios apuestan por el bipartidismo. Nada existe fuera de los dos grandes partidos, PP y PSOE. Salvo lo extraño, lo curioso, la anécdota. Así que, en Madrid, por ejemplo, sólo, o casi sólo, hay informaciones sobre los candidatos socialistas y populares. IU apenas existe, aunque en las últimas elecciones al Congreso haya logrado en torno al millón y medio de votos, de ellos 118.000 en el municipio de Madrid.

No se aplica aquí la ley de Igualdad, al menos en el tratamiento informativo. Sé que los medios se justifican diciendo que se les da un tratamiento que se corresponde con su presencia política. Pero eso no vale como justificación porque esa actitud llevará inevitablemente a la desaparición de IU. Nada existe si no se habla de ello.

De hecho, en uno de los medios más importante, al que me siento unido sentimental y vitalmente, ni siquiera se ha designado a un periodista para seguir sus campañas. Se ha hecho, eso sí, una despliegue de grandes firmas que, en su mayoría, se dedicarán a glosar los actos, la vida y milagros de los dos grandes partidos. Pero no ha habido intención de apoyar a una opción necesaria para, al menos, un millón y medio de votantes.

Se hablará -y si no al tiempo- de candidatos curiosos (desnudos, raros, etcétera) pero nadie contará los avatares de una formación necesaria. Porque bien está que se informe sobre los dos grandes partidos, pero la gente tiene derecho a conocer otras alternativas.

No creo en la Ley de Igualdad. He de confesar que me parece un brindis al sol. La mujer se ha ganado -sola- su puesto y su lugar. Y cada día lo hace con más eficacia. La ley no soluciona un problema que es social y familiar, cultural, en definitiva.

Pero, con ello, no cabe duda, somos modernos. Aunque se oculte la oferta de los partidos minoritarios. este país no es de minorías.

Aristocracia rebelde

La cosa tiene bemoles. Tita Cervera, famosa por muchas cosas, ha protagonizado una protesta contra el alcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón que, cuando menos, provoca una cierta desazón. La baronesa protesta por unas obras que, dice, acabara con la arboleda del paseo del Prado, enfrente de su museo. Perfecto. No está mal que la aristocracia, aunque sea sobrevenida, se una al pueblo llano para defender lo que parece una barbaridad ecológica.

Lástima que la buena señora no se sienta igual de conmovida por otras barbaridades en las que se ven implicados seres humanos. Vivimos en una sociedad en la que lo mediático marca lo importante. Así que lo importante para todos los periódicos de hoy es la foto de la señora baronesa encadenada -se supone que con eslabones de diseño- a uno de los amenazados árboles, que, según ella, son "una divinidad".

No recuerdo yo a Tita Cervera -famosa por tantas cosas,- encadenada para protestar a favor de un mejor trato a los inmigrantes o para reivindicar una vida mejor a los miles de africanos que se dejan la vida en el Estrecho o, en fin, para apoyar las reivindicaciones de miles de jóvenes que, a diferencia de su hijo, sudan la camiseta para llegar a fin de mes con un trabajo precario y alienante... Demagogia tal vez. Demagogia.

Terrible también que el candidato socialista a la alcaldía de Madrid, Miguel Sebastián, haya acudido a apoyar la protesta. Para justificarlo, Sebastián ha dicho que "son viejos amigos". Bien está. Todo el mundo tiene derecho a elegir a sus amigos. Es, tal vez, lo único que puede elegirse, lo que, en cualquier caso, dice mucho de Miguel Sebastián.

Pero en esas estamos: la detención de la Pantoja, el encadenamiento de la baronesa o el nacimiento de otra niña que vivirá del presupuesto nacional. Por cierto. No deja de ser irónico que el padre -que no se sabe exactamente con qué trabajos se gana el sustento- haya dicho, preocupado, que va a multiplicarse para poder atender sus compromisos laborales a la vez que cumple con sus deberes de padre.

Da sonrojo escuchar cosas así. Y más que tuviera el descaro de añadir que esa misma mañana había estado trabajando. Es insultante para millones de españoles que se dejan el alma en el tajo y, en alguna ocasión, la vida en un andamio. Bien está que viva de la sopa boba, pero que, al menos, lo haga, con discreción y sin ofender a los que sí tienen que compaginar su trabajo con el cuidado de unos hijos a los que ni siquiera pueden llevarlos a una guardería.

Mientras tanto, los medios de comunicación, babeantes, halagadores, ríen las gracias de una niña y se vuelven locos ante una sonrisa amable de los felices padres. Es lo menos. En buena medida en eso, en sonreír y posar, consiste su trabajo.

viernes, 4 de mayo de 2007

Con mala saña

Las imágenes de la policía golpeando a los jóvenes en el barrio madrileño de Malasaña nos llevan, inevitablemente, hacia el pasado. La furia y el enseñamiento de los agentes sobre los cuerpos caídos, la brutalidad con que trataban a muchachos y muchachas no puede justificarse en que por parte de los jóvenes se diera una actitud violenta. El número de heridos y contusionados de uno y otro bando dejan claro de que lado ha estado el abuso de la fuerza.

A medida que se van conociendo nuevos datos, la actuación de la policía para reprimir a los jóvenes queda patente que ha sido desproporcionada. El que un agente cogiera por el cuello a una muchacha y la levantara en vilo por recriminarles su actitud, o que un joven con muletas fuera golpeado en el suelo y recibiera patadas y golpes con las porras mientras se le arrojaba lejos la muleta, o se agrediera a jóvenes que nada tenían que ver con los altercado, es difícil justificarlo en la necesidad de los agentes de preservar su integridad física.

Ayer me contaban el caso de una pareja que, al salir de un pub y encontrarse con tal espectáculo, hicieron un comentario del siguiente tenor: "ya os vale", dirigido a la policía. El chaval fue apartado a golpes hasta derribarlo al suelo y, después, aconsejado, con ironía, por uno de los agentes: "Ahora vas y que te curen".

Pocos medios han criticado los hechos. No recuerdo ni un sólo editorial censurando la actuación policial. Y eso a pesar de que está fuera de toda duda que los vecinos tienen perfecto derecho a su descanso, que el fenómeno del "botellón" es un fenómeno preocupante y de difícil solución y que, seguramente, hubiera por parte de los jóvenes unos ardores dignos de mejor causa.

Vale. Pero nada justifica que la policía haya vuelto a las etapas mas represivas y brutales de la dictadura. Los cuerpos policiales en democracia están para amparar al ciudadano, no para actuar como matones de taberna, amparados en la impunidad que les conceden unas autoridades que, en caso de duda, prefieren mirar para otro lado. La paz y la convivencia no pueden construirse a base de porras.

Desgraciadamente no serán éstos los últimos sucesos. Este próximo fin de semana es muy probable que se produzcan nuevos enfrentamientos. Cuando la violencia se convierte en un elemento de diálogo, es difícil que la convivencia y la razón se impongan.

martes, 1 de mayo de 2007

30 años de las madres de la Plaza de Mayo

Mi amiga Ana, de Uruguay, me recuerda que hoy hace 30 años que unas madres se juntaron en la Plaza de Mayo en Buenos Aires exigiendo saber de sus hijos desaparecidos. Han pasado 30 años y algunas aún no han encontrado a sus hijos.

Ésta es, posiblemente, una de las luchas más hermosas de la historia. Y, tal vez, sólo puede entenderse, aunque sea, muy por encima, si se tienen hijos. No puedo imaginarme el dolor de quienes no han sabido nunca si su hijo estaba vivo, y, si estaba muerto, dónde descansaban sus restos, o si sus nietos tenían en el corazón el recuerdo de sus padres.

La historia nunca hace justicia del todo. Y muchos asesinos siguen en libertad. Muchos de ellos conciliarán el sueño cada noche sin que ninguna voz les quite el descanso. En España miles de desaparecidos llevan 70 años esperando justicia, esperando que sus familiares puedan llevar unas flores, una oración, a su tumba.

Dicen aquellos que nunca tuvieron piedad por el dolor del vencido que hay que olvidar y que resucitar su recuerdo es resucitar el odio. Falso. La mayoría de los familiares que buscan a sus desaparecidos ya no odian. Sólo quieren el reconocimiento hacia aquellos que cometieron el delito de ser leales al Gobierno legalmente constituido.

La Iglesia española ni fue justa ni fue caritativa con los vencidos. Y esa Iglesia que colocaba bajo palio al carnicero ahora quiere beatificar a los que murieron en su bando. No voy a defender las barbaridades ni las muertes que se cometieron desde el lado republicano. Toda muerte es injusta. Tal vez habría que meditar sobre las razones que condujeron a ello. Y una cosa más: durante 70 años los muertos y asesinados en el bando de los vencedores tuvieron y gozaron del reconocimiento de la Iglesia y del franquismo. Los vencidos fueron ignorados, sus familiares humillados y perseguidos.

En cualquier caso es tremendo que por buscar la memoria, los cuerpos de los masacrados republicanos se diga que eso es fomentar el odio. Y que beatificar a los muertos del bando nacional se considere un acto de justicia. La Iglesia demuestra, una vez más, que no es de todos y que tiene distintas reglas tan ajenas a la doctrina que predicó el Nazareno.