viernes, 30 de marzo de 2007

Machado

No me resisto a recoger una cita de Antonio Machado en Juan de Mairena. Dice así: "Mientras los hombres -decía Juan de Mairena- no sean capaces de querer la paz, es decir, el imperio de la justicia (la que supone una orientación metafísica y un clima moral que todavía no existen y que, acaso, no existan nunca en Occidente), una liga entre naciones para defender la paz a todo trance, es una entidad perfectamente hueca y que carece de todo sentido. Es algo peor. Es el equívoco criminal que mantienen los poderosos, armados hasta los dientes, para conservar la injusticia y acelerar la ruina de los inermes o insuficientemente armados. Cuando alguno de ellos grite: "¡Justicia!", se le contestará con un encogimiento de hombros, y si añade: "Pedimos armas para defendernos de la iniquidad", se le dirá cariñosamente: "Paz, hermano. Nuestra misión es asegurar la paz que tú perturbas, reducir la guerra a un mínimum en el mundo. Nosotros no daremos nunca armas a los débiles; procuraremos que los exterminen cuanto antes".
Es increíble la claridad de ideas de don Antonio. Son pensamientos que parecen escritos hoy mismo. Y nos lleva a considerar a Machado no sólo como un precursor, sino como un hombre que tuvo la preocupaciómn constante de la paz y la justicia. Esa liga de naciones a la que hace referncia ¿no es demasiado parecida al "eje del bien", al trío de las Azores que se lanzó a la guerra de Irak?
Y terrible esa ironía con la que dice que esa institución es el equívoco de los poderosos, armados hasta los dientes, para aniquilar a quienes no están armados. "Nosotros no daremos nunca armas a los débiles, procuraremos que los exterminen cuanto antes", ironiza Juan de Mairena.

Uno piensa a veces que ese afán de los yankis porque otros pueblos no tengan armas nucleares no deja de ser un sarcasmo "Que nadie las tenga, que ya las tenemos nosotros".
Y una cita más de Machado a los jóvenes, a estos jóvenes hartos de la política y de los políticos: "Vosotros debéis hacer política , aunque otra cosa os digan los que pretenden hacerla sin vosotros, y, naturalemnte, contra vosotros. Sólo me atrevo a aconsejaros que la hagais a cara descubierta; en el peor caso, con máscara política, sin disfraz de otra cosa: por ejemplo: de literatura, de filosofia, de religión. Porque de otro modo contribuiréis a degradar actividades tan excelentes, por lo menos, como la política, y a enturbiar la política de tal suerte que ya no podamos nunca entendernos". ¿No suena actual? ¿No se puede aplicar hoy a los políticos? No hay que preguntarse qué diría hoy Machado. Lo dijo hace setenta años. Sólo hay que leerlo.

jueves, 29 de marzo de 2007

Niños solos

Cada mañana me los encuentro. Van cargados con sus carteras y con los ojos cargados de sueño. Suben al autobús ya con cansancio. Se sientan donde pueden mientras intentan que sus mochilas no golpeen a alguien. Alguno se ha vestido apresuradamnte y lleva el cuello de la camisa mal abrochado y el pelo indomable al peine. Son niños de 10, de 12 años, algunos llevando a su cuidado a otro, u otra, más pequeño, que ya han iniciado la rutina de ir al cole. Solos.
Apenas hablan entre ellos. Unicamente para decir: "que ya hemos llegado", o algo parecido. Se adivina en sus pasos un cansancio temprano de madrugada y desayuno apresurado.
Me angustian un poco. Y siento una especie de ternura, como un pinchazo de preocupación al verles bajar del autobús, corriendo hacia esa "carcel de juguete" del colegio.
Mientras los políticos discuten, se insultan, mientras se plantea como cuestión de vida o muerte si uno dice, si el otro acusa, yo veo mirar a esos niños cargados de sueño y mochila. Ajenos a todo. Ellos también ajenos para las priroridades de los políticos.
Pienso que yo tuve suerte porque iba a una escuela de pueblo y conocía a cada uno de los que se cruzaban conmigo por la calle.
Nadie debería ir solo al colegio.

miércoles, 28 de marzo de 2007

El cafelito de Zapatero

Es la pregunta del millón. En las elecciones -generales, municipales o autonómicas- siempre están las mismas preguntas: "¿Sabe usted cuánto cuesta un litro de leche, el metro o el kilo de garbanzos?". Los políticos lo esperan y lo primero que hacen es preguntar a sus asesores el precio de los productos básicos. Es de libro.
Zapatero no se podía imaginar que anoche le iban a hacer esa pregunta. Algo tan obvio como ¿cuánto cuesta un café? Podía haber sido sincero y decir, por ejemplo: "Pues mire, usted, para mi desgracia y por culpa de este cargo, hace años que no puedo entrar a tomerme un cafelito. Pero le puedo decir cuánto cuesta el litro de leche o el kilo de garbanzos", que eso, seguro que se lo habían dicho sus asesores. Nadie se imaginaba que alguien preguntara por un café. Y Zapatero, en lugar de responder con sinceridad, tiró a ciegas. Y quedó fatal. Quedó en precios anteriores al euro. Parece como si el presidente no hubiera pagado un café en su vida.
Al margen de la anécdota, lo que demuestra la contestación de Zapatero es la dolorosa ignorancia de los políticos en torno a la vida real. No es extraño. ¿Cómo va a saber Zaplana, sin ir más lejos, el precio de los chicles Trident, si se lo compraban en el Ministerio? Y así nos va.
Los políticos -y cuando están en el poder, más- son profesionales que si pisan la calle es porque el coche oficial no puede todavía subir escaleras. Están lejos de los problemas reales que son, como decía el hombre del café, el precio de un cortado, el de una caña, el de un jersey o el de un piso.
Porque esa es otra. Los jóvenes que ayer se enfrentaron a Zapatero le preguntaron lo más obvio: ¿cómo me puedo comprar un piso, con lo que gano, qué hago después del título universitario, cómo puedo vivir con mil euros, qué van a hacer con los contratos basura? Y Zapatero se fue por las ramas en todos los casos. No sabía. Se sabe las grandes cifras, se sabe cómo ha frenado el precio de la vivienda, se sabe el número de empleos creados -no se supo el número de inmigrantes-... y así. Pero no supo cómo resolver ninguno de los problemas de la calle.
Zapatero vive en la Moncloa. No busca casa. Y si la busca, la encontrará. Habló de unos miles de pisos de alquiler -45 metros, qué lujazo- para atender a millones de jovenes, y la cámara recogía la mirada desencatada y displicente de los chavales que estaban en el estudio.
Triste cosa. La política no es la vida real. Por eso, no es raro ver cómo dos políticos, después de gritarse las cosas más infames en el Parlamento o en un debate, luego toman café juntos -que pagará algúno de sus acompañantes- preguntándose amablemente por la familia.
En la vida real una discusión de ese tipo acaba con amistades de años.
Zapatero, anoche, fue derrotado por la vida.

lunes, 26 de marzo de 2007

Más de Zaplana o las penurias de un pobre ministro

El ejercicio de la cosa pública es todo un sacerdocio. Sin ir más lejos, así lo ha demostrado el pobre Eduardo Zaplana, hombre siempre sacrificado por su afán por lo público, por el dinero público, claro. Acaba de conocerse que a don Eduardo, el interventor de Hacienda no le admite algunos gastos que se vio obligado a realizar durante su etapa de ministro de Trabajo.
Cosas de la política, dirá él. Falsedades. Por ejemplo, ¿cómo es que no le admiten los gastos realizados en la tienda de ultramarinos más cercana a su casa? Y eso que ha presentado todos los tickets de compra, hasta el más mínimo importe. Fuentes cercanas al ministro aseguran que no eran para atender el condumio diario de su hogar, si no para cenas oficiales, cenas de trabajo. Qué injusto, porque eran cenas de lo más austero, a base de bocatas y poco más: según las facturas que el interventor pone en duda, el ministro y sus invitados oficiales o sus colaboradores cenaban frugal y espartanamente, mientras trabajaban por nuestro bien. Esto es lo que compraba para esos refrigerios oficiales: pasta buitoni, cuajada, bocata seis cereales, algún helado, lentejas, apio, galletas Kely, membrillo y chicles Trident de 0, 55 euros, entre otras cosas. En este capítulo se dejó en dos años 5.000 euros.
Bueno, pues en lugar de felicitar al ministro por su austeridad, han puesto el grito en el cielo. Pero, ¿es que los ministros no comen?
Lo mismo que con sus viajes realizados en avión de alquiler. Zaplana iba y venía en jets a Barcelona, Tenerife y Valencia. ¿Y qué quieren? El de Trabajo, no cabe duda es un ministerio de urgencias y, por un qué sé yo, no se puede correr el riesgo de llegar tarde a una inauguración de cualquier sede de la Seguridad Social? O quién dice que el ministro no se vio obligado a coger un avión privado para atender a un pensionista, resolver el problema de un accidente de trabajo o cualquier otro asunto que requiriera de medidas drásticas y sin reparar en gastos.
Porque la verdad es que tampoco ha reparado en gastos en lo que se dice protocolo: carteras de piel por importe de 5.000 euros, gemelos de oro por importe de 1.400 euros, fulards, estilográficas, joyas. La intemerata.
La memoria es frágil. Creo recordar que el PP llevó a juicio a un ministro del PSOE por unos regalos de Navidad que no llegaban a 30.000 pesetas. El socialista fue absuelto, pero nadie le quitó de encima el baldón de haber sido llevado ante el juez por unas joyas.
Más datos: para quedar bien; mejor dicho, para dejar bien al Ministerio de Trabajo se Zaplana se gastado la bonita cifra de casi 34.000 euros de julio a diciembre de 2002 en protocolo. En el año 2003 se gastó en este mismo capítulo 67.000 euros y 78.000 en 2004, aunque estaba en funciones desde el 14 de marzo.
Zaplana es pobre. Eso ya lo sabíamos todos. Y ya lo dijo en las famosas grabaciones. Así que a mí no me sorprende que se haya visto obligado a pasar hasta la cesta de la compra para que comieran sus niños. Está en el acervo popular: Siempre es mejor robar que pedir. ¿O era al revés?

domingo, 25 de marzo de 2007

Tolerancia del PP

La tolerancia es una virtud que a nada obliga. Y que además se exige siempre a otros. O eso al menos es lo que piensa el PP. La decisión del Partido Popular de boicotear a los medios de PRISA por unas declaraciones de su presidente, Jesús de Polanco, son una buena muestra de lo anterior y de cómo es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Se queja Mariano Rajoy de que ha sufrido un ataque desmesurado cuando Polanco hablaba de que parece que hay gente que busca una guerra civil. No dice que lamentaba, además, que no hubiera una derecha democrática y civilizada, una derecha conservadora en el sentido estricto. Es decir, una fuerza conservadora que conserve lo que merece la pena.
He trabajado en El País durante muchos años. Nunca me he sentido coaccionado por la dirección de la empresa a causa de mis informaciones. Los problemas que, en este sentido, he podido tener se han debido a villanías de personas concretas, ajenas al espíritu que siempre he respirado como ideología del periódico.
Nunca, que yo recuerde, un partido político ha hecho pública una decisión como la del PP, convocando a accionistas, lectores, clientes y anunciantes a la rebelión. Rajoy dice que se ha sentido ofendido. Hombre! Habría que preguntar al presidente del PP qué opina de las descalificaciones que cada mañana lanza Jiménez Losantos contra el propio Polanco, Prisa, El País o contra profesionales de esa casa tan conocidos como Francino, Cebrián o Iñaki Gabilondo.
No recuerdo yo que nadie del PP haya levantado su voz para mostrar su preocupación por ello. Por cierto, que se ha dicho que un cura de un pueblecito, cuyo nombre lamento no recordar, expulsó de su iglesia a un cámara de una de las televisones de PRISA. La Iglesia siempre al lado de quien debe.
¿No recuerda ya nadie en el PP cuando, en la época de Aznar, con dinero semipúblico, se levantó un imperio mediático para contrarrestar las sociedades de Polanco?
Los aires de señorita ofendida en su honor que ha mostrado Rajoy a la hora de justificar su decisión sí es una ofensa. La idea de la libertad de expresión que tiene el presidente del PP es curiosa. Posiblemente piense que consiste en que se puede poner la expresión que se quiera siempre que a él no le disguste lo que se dice.

viernes, 23 de marzo de 2007

Fraga y Martín Villa. Los sucesos de Vitoria

Leo una entrevista de Fraga en un periódico de Galicia. Le preguntan sobre los sucesos de Vitoria de 1976. Se justifica y dice que él no estaba en España en aquellos momentos. Afirma que se actuó correctamente y termina con una frase que es un insulto: "En cualquier caso, en Vitoria no pasó absolutamente nada". Con un par.
Los sucesos de Vitoria, por lo que yo recuerdo, se iniciaron con motivo de una huelga general contra el tope salarial. Los trabajadores se metieron en una iglesia, la de San Francisco, para celebrar una asamblea, con permiso del párroco. La policía rodeó el templo. Mandó desalojar. y los trabajadores se negaron. Sin apenas negociación, los agentes dispararon botes de humo, lo que provocó el pánico en el interior del recinto.
Fue una carga brutal. Los que salían eran apaleados por las fuerzas del orden. Inmediatamente se empezaron a oír disparos de bala y ráfagas de metralleta. Hubo cientos de heridos, de ellos, más de sesenta graves. Dos obreros murieron en el acto y otros tres morirían después a consecuencia de las heridas. Uno de ellos era un chico de 17 años.
Esos son los sucesos que Fraga, demócrata jaleado hasta por la izquierda, niega. Eso es lo de "no pasó absolutamente nada". Él era el ministro de Gobernación y con él estaba otro prohombre al que nunca se le han pedido responsabilidades por su papel en el franquismo y la transición: Rodolfo Martín Villa, ministro de Sindicatos. Por cierto, de los sindicatos y, siendo él responsable, salieron los asesinos de la calle de Atocha, los que realizaron la matanza de los abogados laboralistas.
Martín Villa fue después ministro de Gobernación o Interior y responsable de la policía, cuando los Guerrilleros de Cristo Rey o los pistoleros de la Triple A, sembraban el terror en Madrid, amparados y acompañados por la policía.
En la calle, y siendo él ministro, murieron a manos de estos pistoleros gente como el estudiante Arturo Ruiz, abatido de un disparo por el argentino ultra de la Triple A, Jorge Cesarsky. Y la estudiante Mari Luz Nájera también asesinada, en un intervalo de 24 horas, en una manifestación.
Sorprende que todavía, políticos y algunos medios, valoren positivamente el trabajo que Fraga y Martín Villa, desarrollaron para traer la democracia.
Una cosa es el perdón y otra el olvido. En ocasiones, la verdad es que cuesta olvidar y cuesta más perdonar.

jueves, 22 de marzo de 2007

Enemigos

Cuenta José Luis Alvite que él hizo la mili en la armada. Y narra que un capitán de fragata le dio el siguiente consejo: "Si nos invaden, hijo, y al enemigo no le importa, entrégate". Me parece uno de los consejos más lúcidos que he oído nunca. Y, además, viniendo de un militar.
De seguirse al pie de la letra, las guerras serían innecesarias. Machado decía que no estaba de acuerdo con la máxima latina de vis pacem para bellum (si quieres la paz prepara la guerra). Decía Antonio Machado que él prefería defender aquello de si "quieres la paz, prepara la paz, prepara la paz". Ahora que nos llegan las noticias de esta guerra atroz de Irak, piensa uno si no hubiera sido más conveniente y más afortunado y acertado, que los dueños del mundo se hubieran preparado para la paz, o hubiesen preparado la paz.
Lo triste es que ya no hay remedio para esos 650.000 muertos.
Y otra cosa.
Resulta que el pobre y desgraciado es pobre y desgraciado hasta en su muerte. Estamos todos contentísimos de que el periodista italiano haya sido liberado. Las televisiones, los periódicos, las radios están orgullosísimos de que el periodista haya podido volver a casa. Parece que han sido ellos lo que lo han logrado.
Pero los medios de comunicación dicen muy poco del chófer del periodista, asesinado brutalmente por los mismos talibanes. Nadie, salvo su familia, ha llorado sobre su cadáver. No es que haya muertos de tercera, es que hay muertos que ni siquiera han tenido muerte conocida. Qué triste.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Votar o no votar

Un viejo amigo, rojo de los de antes, me comenta que está pensándose seriamente dejar de votar. No se siente representado por ninguno de los partidos. Y se le nota un cierto hastío, como al hombre del casino provinciano que decía don Antonio.
Uno también tiene un cierto cansancio. Y no sabe si su voto sirve de algo. Todo se ha profesionalizado. Y los políticos luchan denodadamente por el próximo escaño como quien lucha por su supervivencia. En algún caso, nunca mejor dicho. Son profesionales de la política, tan profesionales como un fontanero o un electricista. Con una diferencia: que posiblemente sean mejores profesionales los fontaneros que los políticos. Con lo que uno puede llegar a la conclusión de que al votar estás dando empleo a alguien. Un empleo, por cierto, muy bien pagado.
Votar a uno de los grandes partidos produce melancolía porque es como si contribuyeras a perpetuar la situación. Una situación que nada te aporta. Los diputados ya no van por sus distritos a currarse la reelección. Ahora basta con que se curren al baranda que hace las listas.
Pero votar a algún partido minoritario, si no melancolía, produce una cierta frustración. Siempre queda la duda de si no habremos tirado el voto.
Ahora que se están confeccionando las listas para autonomías y ayuntamientos, aterra comprobar que los navajazos más profundos se producen por asegurarse el puesto que garantice el acta de concejal o diputado. Y aterra, sobre todo, comprobar que la mayoría de quienes conforman las listas son gentes que nunca la han hincado. Gentes que jamás han tenido una nómina en el sector privado. No saben lo que es haber pagado la Seguridad Social, ni se han despertado una noche angustiados por la posibilidad de un despido. No. Ellos se dedican a esto. Un día entraron en el aparato y ya no se han salido de él. Cada cuatro años por lo único que luchan es por seguir en las listas, caiga quien caiga y pase lo que pase.
Es su único trabajo en esos cuatro años, lo que, hay que reconocer que tampoco está mal y, desde luego, no mata a nadie.
La verdad es que el voto es complicado, coño.

sábado, 17 de marzo de 2007

la Iglesia

La reacción de la Iglesia ante las fotografías de Montoya, el fotógrafo extremeño que hace una versión muy sui géneris de los iconos católicos, no es, por desgracia, novedosa. A los obispos no les parece suficiente que el presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, haya pedido disculpas, sino que insisten en que el artista debe hacer algo más y, por su puesto, el consejero de cultura que avaló el libro hace ya casi cuatro años.
Al margen de preguntarse por qué salta ahora una polémica tan antigua, habría que preguntarse por qué una institución como la Iglesia que lleva siglos de intransigencia, intolerancia e injusticia, exige una actitud -pedir perdón- que tan pocas veces ha seguido ella misma.
Hace unos días el obispo de Huesca en una carta pastoral seguía insistiendo, a pesar de lo que está demostrando el juicio, en la teoría de la conspiración PSOE-ETA en el 11-M y aconsejaba a sus feligreses que no votaran a los socialistas.
No está mal. La Iglesia que recibe cuantiosas cantidades del Gobierno socialista recomendando que no se vote a quien le está dando el pan que come. Nadie ha exigido al prelado de Huesca que pida perdón por ello. La Iglesia no está acostumbrada. Pero si la Iglesia dice que son un insulto las fotografías de Montoya, cualquiera puede sentirse insultado cuando la Iglesia toma postura sobre algunos temas: homosexualidad, parejas de hecho, sexualidad, etcétera. Sus descalificaciones a personas y actitudes que no encajan con sus principios son frecuentes en la Iglesia católica, sus humillaciones a la mujer, sus desprecio hacia la ciencia cuando no se compadece con sus principios (creación del universo, por ejemplo) son también insultos a la inteligencia, insultos contra personas e instituciones por las que nunca han pedido perdón. Ni lo harán nunca.
En fin, no deja de ser curioso la injerencia de la Iglesia en asuntos terrenales justo cuando se acercan unas elecciones.

viernes, 16 de marzo de 2007

Crispación

Cuando Eduardo Zaplana interviene en el Congreso y habla de honradez y decencia siente uno ganas de no volver a votar jamás a un político.Es tremendo, porque Zaplana ha sido uno de los pocos políticos que han sido pillados en pleno proceso de corrupción. En algunas de las páginas que vuelan por internet está su grabación pidiendo su parte de una comisión. La conversación no tiene desperdicio.
Además de pedir su parte, el señorito no tiene pudor alguno en hablar de sus ligues con absoluto desprecio, del dinero que necesita para vivir y de su particular filosofía de la política: "Yo estoy en esto para ganar dinero".
Fue durante el caso Naseiro y no se pudieron utilizar las grabaciones porque habían sido tomadas sin orden judicial. Zaplana quedó libre. Pero si para cualquiera aquello hubiera sido algo vergonzoso que te hubiera llevado a retirarte de la política, para él no significó nada.
Ahí está, dando todos los días lecciones de honradez acrisolada. Parece ignorar que el no haber sido aceptadas como pruebas no implica que las conversaciones estén ahí y que algunos las recordemos aunque a él no le produzca bochorno alguno.